Entre el Parlamento y la calle

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Nicolás Miranda

 Asumió Bachelet, y en un discurso desde el balcón de La Moneda, re-afirmó sus 3 reformas, tributaria, educacional, nueva Constitución. Agregando la Ministra de Trabajo Javiera Blanco, a los pocos días, que el cuarto pilar, será lo laboral.

Su gobierno nace con la marca de los procesos de lucha de los últimos 4 años, que comenzaron a cambiar la relación de fuerzas a su favor al imponer sus “agendas” que impugnan las herencias de la dictadura, aunque sin lograr triunfos, lo que resultó en un equilibrio inestable de fuerzas.

Y estará tensionado entre una economía debilitada, un clima político tenso, y procesos de lucha de clases que vienen en aumento. Una situación fluida, inestable, tensa, se abre paso.

El objetivo del Gobierno de la Nueva Mayoría es impulsar reformas que moderen los aspectos más irritantes del neoliberalismo, usurpando las demandas puestas por la lucha de clases, y oxigenando el régimen para intentar darle un nuevo aire que canalice las demandas, logrando una nueva estabilización del régimen y toda la situación política. ¿Lo logrará?

Se está abriendo un nuevo ciclo político. Y también, un nuevo ciclo de la lucha de clases.

A las puertas del nuevo ciclo: temores y expectativas

La clase patronal, a través de sus medios de prensa, está expresando sus temores.

En su editorial del 12-3, El Mercurio, planteó las alternativas: “Se trata, pues, de una agenda que, dependiendo de la forma en que se despliegue, puede ser peligrosamente rupturista o razonablemente modernizadora”.

¿Pero teme que sea la Nueva Mayoría la que actúe en forma “rupturista”? Difícilmente.

Lo que temen es que no sea capaz de contener y canalizar los procesos de lucha de clases. Un intelectual tradicional de la derecha, Arturo Fontaine, declaró que “hay que reconocer que en cada uno de los desafíos del nuevo gobierno hay un Transantiago en potencia”. Es decir, que no cumpla las expectativas y amplifique el descontento popular. Y es que los efectos no serán menores. Un dirigente histórico del PS, Gonzalo Martner, clama para que a la “presidenta Bachelet merece un fuerte apoyo de su campo político –que incluye la proposición constructiva y la crítica democrática, no siempre bien recibidas por una cultura jerárquica y con fruición por el secreto – si se considera las aspiraciones colectivas que encarna y la gravedad de su eventual frustración”. A su vez, la BBC advierte que “la socialista enfrentará por un lado las presiones de los movimientos sociales que ya probaron su fuerza el 2011 y que apuestan a una reforma profunda del modelo político, económico y social chileno”.

Y este nuevo ciclo político que se abre cargado de estos temores y expectativas está sometido a fuertes tensiones.

La importancia de la desaceleración económica: todas las clases sociales serán afectadas

La Encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central de marzo bajó a 3,7% el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para este año. Es la octava  baja que hace en el último año. El gobierno de Bachelet inicia con la expectativa de crecimiento más baja desde la recesión de 2009.

Las capas medias descontentas y en efervescencia se verán afectadas, tanto como los sectores populares: el consumo comienza a caer, la inflación comienza a aumentar, el crédito a restringirse.

No sólo eso. El precio del cobre está en una pendiente a la baja, cayendo a menos de 3 dólares la libra. El Mercurio titula “Temblor rojo” su editorial del 15-3, afirmando que “La situación afecta directamente a Chile. El Presupuesto 2014 fue construido bajo el supuesto de un precio del cobre de 3,25 dólares por libra, a estas alturas poco probable. Y por cada centavo de dólar que cae el metal, nuestro país deja de recibir aproximadamente 120 millones de dólares: la mitad del costo del llamado Bono Marzo”.

La clase trabajadora también se verá afectada. Ya estamos viendo despidos a cuenta gotas. Un analista del sector minero, advierte de nuevos ataques contra los trabajadores mineros: “De acuerdo al experto, varias operaciones quedan complicadas, incluso algunas de las más grandes. ‘Ello, obligará a las empresas a intensificar estos controles de costos, tal como lo hicieran el año pasado con renegociaciones de contratos y desvinculaciones masivas’”.

Todo el pueblo trabajador estará golpeado por un lento aumento del desempleo.

La clase patronal, intenta pasar al ataque, exigiendo mayor flexibilización laboral buscando descargar los efectos de la desaceleración sobre los hombros de los trabajadores. Y se resistirán a la reforma tributaria que estará bajo presión, advirtiendo contra “los efectos en la inversión”. Y esta reforma es el paso necesario para la reforma educacional, que será decisiva para todo el Gobierno de Bachelet.

Un régimen en tensión: el peso del Parlamento

El régimen está sacudido por una crisis contenida, deslegitimado, al que se la impusieron las agendas de la lucha de clases. El triunfo de la Nueva Mayoría le da un nuevo aire, ¿pero podrá volver a fortalecerlo?

Cuenta con un Parlamento que le permitirá avanzar en sus reformas. Asume la presidencia con 20 votos a favor en el Senado y 67 votos a favor en Diputados. Para la reforma constitucional necesita 25 votos en el Senado y en 80 en Diputados. Para la reforma educacional necesita 22 votos en el Senado y en 69 en Diputados. Para la reforma tributaria necesita 19 votos en el Senado y en 61 en Diputados. Es decir, está prácticamente a un paso de lograr todos los votos necesarios.

Pero el régimen está en tensión. La derecha está fragmentada, lo que en principio puede jugarle a favor para lograr votos. Pero a la vez, puede que se atrinchere para recomponerse de su grave crisis. El problema está en la Nueva Mayoría. Ya vimos los roces entre la DC y el PC a raíz de la situación en Venezuela. Las declaraciones de Ignacio Walker, presidente de la DC sobre sus diferencias con “la izquierda” (PS, PPD, PRSD, PC) en temas de Educación. Y apenas asumida Bachelet, la bancada parlamentaria de la DC advirtió que “no serán buzón del Ejecutivo”, aclarando el nuevo jefe de sus Diputados Matías Walker que “la voz de la bancada de diputados DC se va a sentir, no sólo para apoyar el programa, sino también para presentar nuestras propias propuestas. No nos vamos a limitar a cumplir el programa”.

El Parlamento adquirirá un peso nuevo con las discusiones de las reformas. Sus roces, tensiones, fragmentación, anuncian más inestabilidad que posibilidad de canalizar la lucha de clases, de la que será un espejo deformante. ¿Logrará tomar el centro de la situación en lugar de ésta?

Un nuevo ciclo de la lucha de clases: entre la presión y la conquista de sus demandas

Un nuevo ciclo de la lucha de clases se viene abriendo paso. Con sus luchas, se han impuesto sus agendas, principalmente el movimiento estudiantil. La reforma educacional será la vara de medida del Gobierno. Los trabajadores con sus huelgas, paros y movilizaciones han impuesto que se hable de las reformas laborales como “el cuarto pilar” de las reformas, y comienzan a desarrollar nuevos fenómenos. El clima general se ha desplazado a izquierda. La impugnación a las herencias de la dictadura, ya es sentido común. Que la preocupación de los empresarios que expresa El Mercurio, si las reformas serán “rupturistas” o “razonables”, vayan en uno u otro sentido, dependerá de la lucha de clases. Su amenaza está al centro de las discusiones. ¿Pero qué curso tomará?

La Nueva Mayoría actúa rápido. El Ministro de Educación Eyzaguirre, puso la pelota en el campo de las dirigencias estudiantiles: que el CONFECH plantee cuándo y en qué término quiere iniciar el diálogo. En su primera reunión del año, los dirigentes cercanos al Gobierno alientan un rápido diálogo, y no se alcanzó ningún acuerdo al respecto. La dirigencia de la Nueva Mayoría en la CUT se reunió con la Ministra de Trabajo y saludó su apertura al diálogo. En la primera movilización anunciada, la llamada “marcha de todas las marchas”, sus convocantes declararon que no es ni a favor ni en contra del Gobierno. La diputada del PC Karol Cariola dijo que marchará en toda movilización a favor del programa del Gobierno.

Intentarán hacer de los procesos de lucha, movilizaciones de presión para legitimar al Parlamento y al Gobierno. Pretendiendo que dejemos en sus manos la resolución de los problemas que ellos generan haciendo padecer al pueblo trabajador.

Pero ninguna reforma que se impulse responderá a las demandas de los trabajadores, de los estudiantes, de los pueblos castigados de las Regiones, del pueblo mapuche, si no es arrancada con los métodos de la lucha de clases. Para que no nos entreguen en bandeja al Gobierno, hace falta luchar por poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora.

En entrevista en el diario imperialista Washington Post, Bachelet afirmó que en su próximo gobierno deberá enfrentar movimientos sociales como el estudiantil y una economía en desaceleración, y que tendrá que lograr acuerdos para llevar a cabo su programa de gobierno, ya que “de lo contrario, las protestas van a detener todo.

 Sólo con los métodos de la lucha de clases podremos arrancar nuestras demandas

Poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora para la lucha de clases

Es que ya lo declaró Bachelet en una entrevista al diario imperialista The Washington Post: “La calle no puede tomar todas las decisiones”. Y ya lo dijo la DC: “No seremos buzón del Ejecutivo”.

Para avanzar en reformas que favorezcan las demandas de pueblo trabajador, es necesario luchar por poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora, que se prepare para un período de mayor inestabilidad política y mayor lucha de clases.

Hay que prepararse para las próximas batallas.

Sólo con los métodos de la lucha de clases podremos arrancar nuestras demandas.

Al ponerse en discusión los proyectos de las reformas, habrá que organizarse para luchar por quitar todo maquillaje, no encandilarse con la arena de la disputa parlamentaria.

La principal tarea, en cada paro, huelga y movilización, será unificar las filas de los trabajadores bajo las banderas de una política de la clase trabajadora independiente de toda variante patronal, con los métodos de la lucha de clases, y basado en la democracia directa de los trabajadores.

Para esto, hay que poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora para la lucha de clases, como el que lucha por construir nuestra joven liga el Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR).

Y prepararse para luchar -removiendo todos los obstáculos como el PC, sus direcciones burocráticas y los antineoliberales que sólo echan polvo sobre sus ojos-, para que la clase trabajadora, capaz de paralizar y poner en jaque a la clase patronal, una detrás de sus fuerzas, a todas las fuerzas de los estudiantes, pobladores y mapuche. Y abra el camino de una salida de los trabajadores a las contradicciones del conjunto del régimen terminando con toda la herencia de la dictadura que sigue en pie; una salida independiente de toda variante patronal, y que una detrás de sus fuerzas, las del movimiento estudiantil, el pueblo- nación mapuche, los pobladores, y todos los explotados y oprimidos.

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